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martes, 17 de agosto de 2010

El ermitaño y la hormiga (1973)





Si bien era un niño de cinco años, no se me olvida la cara de papá cuando leyendo el periódico le dice a Isabel, mi madre, que un tal Allende lo habían matado. No entendí, por supuesto nada, pero al recordar la frase (“mataron a Allende”), me hizo volver a ese pasado en el caserón que nos servía de morada, una casa elegante, con porche y jardín, frente a una plaza inmensa llamada Pittier.

De niño fui muy enfermizo, o tal vez mi madre me hizo sentir muy enfermizo; pasaba el día recogiendo palitos y arenas, y hablando para mis adentros con muchos amigos que sentía que eran mi compañía. En el patio me vienen imágenes de muchas matas, grandes, detrás de las cuales me podía esconder. Sentía que me abrigaba una seguridad enorme y como era hijo único aún, mis fantasías no tenían límite.

Era el propio ermitaño en mis acciones y en la forma como entendía vivir en esa casota; pero a la vez era una hormiguita, revisando todo el patio y recopilando desde la más mínima basurita, ideándome un mundo aparte que me hacia sentir lo valioso que era estar allí con esos seres que si bien se comunicaban poco conmigo, eran un referente, algo que tenía la responsabilidad, a futuro, de explorar…

martes, 27 de julio de 2010

Soy expresión de la vida


Si te preguntas quién soy, te diré que un hombre entendido de su vida, comprensivo con sus semejantes y creador de un destino que entre el azul y amarillo del horizonte se presentó inmenso, confeso de la esperanza en una realidad social caótica, asfixiante...Eso soy yo... atrévete a conocerme.

sábado, 19 de junio de 2010

Algunas imagenes mías...expresiones que me definen...






Esta Foto, tomada a un perro que andaba por ahí, me recuerda que es así como quisiera renacer...Como un perro que disfrute su vida revoloteando por las calles...

sábado, 20 de febrero de 2010

Primeros años, 1969-1972


Tengo recuerdos desde mis dos años de existencia; hay imágenes borrosas de situaciones que viví en aquella casa grande que sirvió de primera morada. Quedaba en los límites del casco central de Guanare, sector El Cementerio; precisamente la calle al frente de la casa daba al final al Cementerio principal de la ciudad de Guanare. Hoy ya no se entierran cuerpos allí, pasó a ser el Cementerio viejo, pero sin duda fue mi primera cercanía con el dolor y la angustia indescifrable de la muerte.

En mis recuerdos aparecen imágenes de gentes llevando a sus muertos; gritando, llorando, adoloridos. Recuerdo que me colocaba en la ventana de mi casa y veía todas esas escenas; mis padres andaban en sus cosas y no me impedían ver aquello, para ellos mejor, les daba unas horas de tranquilidad. Recuerdo que veía con detalle cada procesión, cada camino emprendido de aquellos seres que iban a su último refugio. Me preguntaban qué hacían con esa caja de madera tan bonita que llevaban en hombros…Mi madre me dijo que la guardaban en el fondo de la tierra, en unos huequitos que hacían…Ya adolescente pude entrar al camposanto y ví las cruces, los relicarios, las ofrendas a toda esa gente allí guardada. Me impresioné.

Otro recuerdo que me llega es el de mi abuelo materno don José Añez; un hombre corpulento, de tez blanca, con rostro tranquilo; se casó con mi abuela, o se rejuntó, a los treinta años, después de haber vivido a intensidad su existencia. Doña Ramona Sánchez para ese entonces tenía catorce años. De la unión nacieron catorce hijos, todos muy distintos, todos muy particulares; el abuelo que recuerdo lo veo en imagen con su sombrero pelo de guama, con su cabeza ya casi calva; jugaba conmigo y en mis manos una metra inmensa que le lancé y el sin demostrarme dolor sólo me abrazó y me brindó un abrazo que aún siento en la piel. Es uno de los gestos de cariño que con mayor intensidad viví y que sin duda no ha desaparecido de mí.

Los otros momentos fueron con mi madre; sus modos de orientarme, de guiarme, de darme enseñanzas era fantástico. Una vez, en esa edad de 2 a 3 años, le pido a mi madre una escopetita de corcho; recuerdo que ese era el juguete porque en una de esas pocas salidas al centro de la ciudad me antojé de ese juguete y se lo pedí con insistencia. Me dijo que me lo daría al llegar ella por la tarde, pero que tenía que si me portaba mal con la muchacha que me cuidaba sería reprendido. Ese día no sólo le lancé zapatos a la chica sino que la mordí; mamá al llegar me escondió el regalo y no sería sino después de mucho llanto y entrada la noche que me quitaría el castigo. Recibí de al fin mi juguete pero nunca olvido sus palabras al reprenderme: “…debes entender que toda causa tiene su efecto…Lo que se hace se paga al doble…”

Esa ha sido parte de mi verdad: he pagado dos, hasta cuatro veces mis actos en vida. No tuve muchos amiguitos; mis vecinitos, contemporáneos conmigo, compartían alguna que otra situación. Detrás de mi casa había una gallera, esos espacios fueron mi parque de juegos, mi lugar de compartir y soñar. Los gallos mis amigos. Conversaba con ellos en esas jaulas pequeñas que los asfixiaban; a uno le llamé “tribilín”, era largurucho y casi sin plumaje, había transitado por varias batallas; otro “Juan”, en honor a mis tíos que vivió en casa con nosotros. Esos tíos no sólo me mantenían a raya, sino que me jodían cada vez que algo les hacía papá o mamá. No les gustaba seguir las reglas, pero eran una nota alegre en casa, hacían del paisaje del hogar un ambiente de familia, de gente, de compartir…

Al cabo de un tiempo me fui acostumbrando a ellos, hoy puedo decir que fueron un ejemplo de cómo no deberían ser los amigos. Nos mudamos al poco tiempo; no muy lejos, relativamente cerca de donde estaba la casa grande. En la nueva casa, que tenía al frente la plaza Henry Pittier, pasaron los mejores años de aquellos días. Me disfracé por vez primera como un payasito, ya rondaba los tres años y medio; recuerdo que me sacaron un rato, llegué hasta la esquina y me devolví, ese fue mi gran desfile entre mis vecinos. En aquella plaza aprendí a patinar y a andar en bicicleta. Hice muchos amiguitos, pienso que fue un tiempo en el cual viví muchas cosas…Fue un tiempo de aprendizaje, de comprender mis capacidades y mis debilidades. Hice el peor negocio de mi vida: cambiar un barco de juguete inmenso por un carrito de metal; ahí se evidenció que no sería un buen comerciante, sobre todo que siempre viviría al límite en cuanto a dinero se trata.

Me acuerdo de una amiguita que vino de vacaciones a casa de una vecina; era linda, catirita, blanquita. Compartimos juegos, me quedaba observándola con gran interés; era linda, muy linda para aquellos ojos míos tan infantes. Me marcó el azul intenso de sus ojos. No estuvo mucho tiempo, partió rápido, se fue y como apenas tenía cuatro años no sabía qué pedir para saber de ella. Una tarde salí a la plaza, la esperé y no vino. Luego oí a mamá decirle a papá que la amiguita de Ramón se había ido a su casa en Valencia.

¿Valencia? Me pregunté entre mis adentros, seguro eso quedaba muy lejos; hoy cada vez que paso por Valencia miro con fijación a los lados de la vía a ver si por esas cosas de la vida logro tropezarme de nuevo con esos ojos azules que me cautivaron. Ese fue mi verdadero amor, o quizás mi primer acercamiento a algo que se llame amor, afecto, ternura,…piel.

Aquellos años no fueron muchos; pasando a los cinco años mis padres se arriesgaron a mudarse a una casa ya propiedad; allí comienza otra historia.

domingo, 7 de junio de 2009

Primeros cuentos: nacimiento (1)


Foto:Guanare, mayo 2009.

Debo responderme antes de comenzar a escribir de mí y de las cosas que me han rodeado, por qué empezar hacerlo en un blog como una bitácora de vida y no esperar pensar con minuciosidad hacia mis adentros para dejar una confesión de vida que modele a un hombre con sobriedad de existencia y no a un hombre expuesto ante sus debilidades y desaciertos. La verdad es que así es que me quiero mostrar: con mis debilidades. Porque he pasado mi vida entregándola a las máscaras de los deberes, de los fundamentos, y no voy a echar a perder mis palabras póstumas con la mediocridad de disfrazarme de nuevo.


He vivido una existencia privada, pública y secreta; esas tres vidas las he vivido simultáneamente; de ninguna me arrepiento. Soy responsable de haberlas construido y responsable de lo que ellas hicieron en su paso por este mundo.


No diré que he sido un mar de virtudes y aciertos; pero tampoco diré que he sido mala persona. He vivido intensamente los acontecimientos, los amores, las experiencias; pero también he desperdiciado importantes días y horas, que pude habérselas dedicado a cosas más productivas y gratificantes.

De estos aciertos y desaciertos, me ha quedado el insomnio; el miedo, la inseguridad en los pasos que me tocaron dar. De esas acciones de vida, sólo viví parte en silencio, porque la otra parte la he vivido entre gritos y alteraciones.


Así alimenté mis necesidades, y de este modo iré contando, como vaya saliendo de mi cansada memoria, lo que es mi vida, mi confesión ante la humanidad de las cosas que pensé como ser humano y que no quiero llevármelas al más allá.


Amo la vida; temo a la muerte. Pero ello no significa que siempre pensé así; en ocasiones me consumió la tristeza; me doblegaron las circunstancias y llegué a sentir que esa vida hermosa como la siento no tenía razón de ser, que era una gran mentira; pero me repuse, sentí lo necesario de poner rodilla en tierra y luchar por mis sueños; pienso que he remontado la cuesta; por este motivo, hoy ustedes, así como mañana y por el tiempo que me quede, leerán mis cosas, mis reflexiones, mi retorno al hilo como he concebido mi existencia…


Nacimiento


Vine a la vida un 16 de septiembre de 1968; día lunes. Los lunes han sido siempre pañosos para mí; los relaciono con un día soleado, lleno de ajetreo, de movimiento; me hubiera gustado haber nacido un jueves, es un día más tranquilo; sin tantos envoltorios. Pero la fecha que me tocó venir al mundo tiene su anécdota interesante. Mis padres se conocieron en 1966; por aquellos días papá, Ramón Celestino Azócar Cabello (Aguasay, edo. Monagas, 1944), llegó a Guanare como técnico medio en el quehacer artesanal; con aptitudes muy impresionantes, así como un tanto hecho el “caído de la mata”, vino a probar suerte a estos lares. Mi madre por su parte, Isabel Teresa Añez Sánchez (Guanarito, edo. Portuguesa, 1946), era una negrita simpaticona, algo pícara, que se había venido a Guanare a probar suerte también. Ella quería estudiar, lograr mejorar en su vida. Así que esos dos personajes que buscaban algo en qué afincarse para darle motivos a su existencia, se juntaron. En diciembre de 1967 se casarían, por lo que comúnmente se conoce por todo, hasta por pendejos, y se pusieron a la tarea de consolidar una familia.


De ese magno esfuerzo llegué a existir. Eran tiempos duros para ellos. No había nada seguro, todo costaba un mundo; mi madre pasó muchas necesidades, y el letargo de papá de un modo u otro influyó en su ánimo. Él no podía darle prioridad a ella; su trabajo era primero, por ende mi madre tenía que lidiar conmigo en su cuerpo para todo. Es así como a los cuatro meses de gestación, mamá da su presagio inocente: “Ojalá el muchacho me nazca un día de clase y tengas que dejar de ir al menos porque estoy pariendo”. Según el calendario escolar en Venezuela, las clases comienzan en septiembre el segundo lunes del mes; y qué creen, bueno el segundo lunes de septiembre en 1968 fue el 16 y ese dichoso día llegué a este valle de lamentaciones y me convertí en ser humano, pesando cuatro kilos y casi quedándome en la camilla porque venía asfixiado.

Pero hay detalles que contar de ese entonces; es importante referirlos porque son antecedentes que influyeron de sobremanera en mi carácter; en la manera cómo vería después la vida y su circunstancias.

Los "por qué" de este Blog...


















Foto: Guanare, 2007, con Anshar, mi hijo...



Este blog lo comienzo a escribir un 07 de junio del año 2009, con la intención de ir construyendo en él lo que ha sido mi vida; muchas verdades, muchas historias se dejaran colar por este portal virtual, así como fotos y alguno que otro desliz...Siempre respetando a quienes vivieron a mi lado lo hermoso de vivir, así como siendo fiel a mi conciencia, a mis valores, a mi propia existencia. Quien se acerque a este portal verá cómo fue mi camino del "hilo" al estambre, y del estambre volviendo al "hilo"...